Empantanada como estoy con los múltiples nombres que
Tolstoi da a un sólo personaje en su novela “Guerra y paz”, decidí darme un
respiro momentáneo. Tomé el libro “Ana
Karenina” porque no recordaba si esta novela que me parece disfruté mucho, me
dio los mismos problemas de reconocimiento de sus personajes. Aprovechando el domingo, me senté al sol que
esta primavera me ha regalado por cuatro días consecutivos, dando a este marzo
unas temperaturas inusitadas para Inglaterra, con tan mala fama en lo que a
clima se refiere. Abrí el libro y fui recordando
a los personajes; comprobé que no es confuso seguirlos porque no son tantos y
porque Tolstoi tiene la consideración de no llamarlos de diferente manera.
Empecé a releer los textos que resalté durante mi
lectura del año 2001 y recordé claramente las emociones ambivalentes que sentí al
leer la novela. Ana Karenina no es precisamente
uno de mis personajes favoritos. Debo
admitir que, tanto ella como Mdme. Bovary, me producen un interno rechazo; existe
una Inés conservadora dentro de mí, que las juzga considerándolas mujeres caprichosas
y egoístas que no les importa provocar dolor a quienes las rodean. La otra Inés que también me habita, defiende la
igualdad entre hombres y mujeres y apoya a Ana.
Esta Inés se empeña en creer que la mujer tiene derecho a seguir sus
sueños y a luchar por darle un sentido a su vida, sin importar lo que la
sociedad estipule, o lo que le suceda al marido (que en el caso de Ana Karenina
es bueno y provoca mucha compasión), o que haga un papel negligente como
madre. La Inés bien portada rechaza todo
esto, porque para ella, la prioridad de una mujer que ha traído a un hijo al
mundo es ser una buena madre.
Estas dos partes de mí también discutieron sobre el
triángulo amoroso, aquel que nace de la eterna insensatez humana, esa que nos
hace enamorarnos justo del que no debemos, la que nos hace desear conocer el peligro
de lo prohibido, esa que nos invita a saborear la angustia que produce la lucha
interna cuando estamos por tomar una decisión.
¿Cómo saber si es mejor dar rienda suelta a la pasión y dejarnos llevar
hacia aguas profundas y desconocidas, o si es mejor quedarse en la seguridad de
la orilla cumpliendo con el deber adquirido?
¿Qué será peor, arrepentirse por lo que hicimos o por lo que no nos
permitimos hacer?
León Tólstoi al crear a Ana Karenina nos regala una
historia cautivadora que describe el alma y la condición humana, con metáforas
tan claras y realistas que deslumbran.
Espero que con los siguientes extractos, ustedes puedan disfrutar de una
novela que vale la pena leerla y releerla aunque despierte discusiones éticas y
morales con ustedes mismos
“Todas las familias
felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter
peculiar.”
“¿Qué le reservaba
el porvenir? No lo sabía; no pretendía adivinarlo. Sólo sentía que todas sus
fuerzas, desperdigadas hasta entonces al azar de la vida corriente, convergían
con terrible energía hacia un solo objetivo.”
“Al principio, Ana
se creía sinceramente molesta por el acoso al que le sometía Wrosky. Sin embargo, una noche, a poco de volver de
Moscú, asistió a una velada en la que, contando encontrarle, no lo encontró, y
hubo de reconocer por la tristeza que experimentaba, que se había engañado, y
que las asiduidades de Wronsky no solo no la molestaban, sino que constituían
todo el interés de su vida.”
“Ana entró
jugueteando con las borlas de su capucha y con la cabeza inclinada y el rostro
radiante, pero no de alegría. Era más
bien, la irradiación de un incendio en una noche oscura.”
“Alejo
Alejandrovitch aseguraba que nunca había tenido tantos asuntos importantes en
su oficina como aquel año; pero no quería confesar que se los creaba él mismo,
a fin de no encontrar ocasiones de abrir aquel secreto estuche de su corazón
que contenía sus sentimientos, tanto más exacerbados cuanto más largo tiempo
reprimidos.”
“Pero al quedar
solo en el coche, Alejo Alejandrovitch, con gran sorpresa y alegría, se sintió
libre de aquella compasión, de las dudas y de los celos que últimamente le
atormentaban. Experimentaba la misma
sensación de un hombre a quien han arrancado una muela que le doliera desde
mucho tiempo; tras el terrible dolor y de la sensación de haberle arrancado de
la mandíbula algo más grande que su cabeza, el paciente nota de pronto, sin
creer aun en su felicidad, que no existe ya lo que durante tanto tiempo le
amargaba la vida y ocupaba toda su atención, impidiéndole pensar e interesarse
por otras cosas,...”
“Además, sufría y
empezaba a sentir temor ante aquel terrible estado de ánimo que nunca hasta
entonces experimentara. Parecíale como si en su alma todo comenzara a
desdoblarse, como a veces se desdoblan los objetos ante una vista cansada. No sabía ya lo que temía ni lo que deseaba.
¿Temía al pasado o al porvenir? ¿Qué es lo que quería?”
“En realidad se le
había olvidado considerar un pequeño detalle de la vida: que la muerte llegaría
y terminaría todo, que no merecía la pena de emprender nada y que contra la
muerte nada se podía hacer. Era terrible, pero era así.”
“Wronsky no los
visitaba nunca; Ana le veía muy a menudo fuera, y el marido lo sabía. Los tres sufrían a consecuencia de esta
situación, que hubiese sido intolerable si cada uno de ellos no la creyera
transitoria.”
“... toda nuestra
existencia es como un moho que ha crecido sobre nuestro minúsculo planeta.”
“Se daba cuenta de
que, además de la bondadosa fuerza moral que guiaba su alma, había otra,
vulgar, tan fuerte o más que guiaba su vida y que no le daba tregua ni paz.”
”Karenin pronunció
estas palabras con dignificad, pero comprendió que la dignidad era incompatible
con la situación creada por las circunstancias.”
“A pesar de ciertos
encantos imprevistos, a un hombre que habiendo admirado la marcha tranquila y
regular de una barca sobre un lago quisiera dirigirla por sí mismo, sentía la
diferencia que existe entre la simple contemplación y la acción. Se daba cuenta de que no bastaba con guardar
el equilibrio, limitándose a no balancearse; era preciso no olvidar ni un solo
momento el rumbo, ni que había agua debajo, que se debía remar y que dolían las
manos no acostumbradas a ello. En pocas
palabras: aquello era muy fácil de contemplar, pero difícil de hacer, a pesar
de ser muy agradable.”
“A pesar de su
experiencia mundana, Wronsky caía en un error singular. Él que debía comprender mejor que otro
cualquiera que la sociedad le habría de cerrar puertas, figuró por un extraño
efecto de imaginación que la opinión pública, libre ya de los antiguos
prejuicios, habría debido sufrir la influencia del progreso general.”
“Una persona puede
estar sentada con las piernas encogidas y sin cambiar de posición por espacio
de varias horas si sabe que nadie le impedirá cambiar de postura; pero sabiendo
que debe hacerlo por imposición tendrá calambres y le temblarán las piernas,
moviéndose hacia el lugar en que le gustaría estirarlas. Lo mismo experimentaba
Wronsky respecto a la sociedad; aunque en el fondo de su alma sabía que el gran
mundo estaba cerrado para ellos, quería probar si con el cambio lo
aceptarían. No tardó en darse cuenta de
que la sociedad estaba dispuesta a recibirlo a él, pero no a Ana. Como en el juego del gato y del ratón, los
brazos que se alzaban para acogerlo, se bajaban ante Ana.”
“Para emprender
algo en la vida familiar, es preciso que exista entre los cónyuges un completo
acuerdo basado en el amor, o bien una separación total. Si las relaciones entre los cónyuges son
indefinidas y no se desenvuelven en ninguna de aquellas situaciones, nada puede
llevarse a cabo de un modo satisfactorio.
Se ven muchos
matrimonios que pasan años enteros en situaciones desagradables e incómodas,
sólo por no tomar una decisión cualquiera.
Wronsky y Ana
habían llegado a ese extremo.”
“Allí – se dijo
mirando la sombra proyectada por el vagón en la arena mezclada de carbón que
cubría las traviesas – allí encontraré el fin de mi tormento y su castigo.”
“Y la luz que para
la infortunada había iluminado el libro de la vida con sus inquietudes, sus
falsedades y sus dolores, brilló por un instante con más vivo resplandor
desgarrando las tinieblas. Luego chisporroteó y se apagó para siempre.”
Falmer, 25
de marzo del 2012