miércoles, 28 de marzo de 2012

ANA KARENINA


Empantanada como estoy con los múltiples nombres que Tolstoi da a un sólo personaje en su novela “Guerra y paz”, decidí darme un respiro momentáneo.  Tomé el libro “Ana Karenina” porque no recordaba si esta novela que me parece disfruté mucho, me dio los mismos problemas de reconocimiento de sus personajes.  Aprovechando el domingo, me senté al sol que esta primavera me ha regalado por cuatro días consecutivos, dando a este marzo unas temperaturas inusitadas para Inglaterra, con tan mala fama en lo que a clima se refiere.  Abrí el libro y fui recordando a los personajes; comprobé que no es confuso seguirlos porque no son tantos y porque Tolstoi tiene la consideración de no llamarlos de diferente manera. 

Empecé a releer los textos que resalté durante mi lectura del año 2001 y recordé claramente las emociones ambivalentes que sentí al leer la novela.  Ana Karenina no es precisamente uno de mis personajes favoritos.  Debo admitir que, tanto ella como Mdme. Bovary, me producen un interno rechazo; existe una Inés conservadora dentro de mí, que las juzga considerándolas mujeres caprichosas y egoístas que no les importa provocar dolor a quienes las rodean.  La otra Inés que también me habita, defiende la igualdad entre hombres y mujeres y apoya a Ana.  Esta Inés se empeña en creer que la mujer tiene derecho a seguir sus sueños y a luchar por darle un sentido a su vida, sin importar lo que la sociedad estipule, o lo que le suceda al marido (que en el caso de Ana Karenina es bueno y provoca mucha compasión), o que haga un papel negligente como madre.  La Inés bien portada rechaza todo esto, porque para ella, la prioridad de una mujer que ha traído a un hijo al mundo es ser una buena madre.

Estas dos partes de mí también discutieron sobre el triángulo amoroso, aquel que nace de la eterna insensatez humana, esa que nos hace enamorarnos justo del que no debemos, la que nos hace desear conocer el peligro de lo prohibido, esa que nos invita a saborear la angustia que produce la lucha interna cuando estamos por tomar una decisión.  ¿Cómo saber si es mejor dar rienda suelta a la pasión y dejarnos llevar hacia aguas profundas y desconocidas, o si es mejor quedarse en la seguridad de la orilla cumpliendo con el deber adquirido?  ¿Qué será peor, arrepentirse por lo que hicimos o por lo que no nos permitimos hacer?

León Tólstoi al crear a Ana Karenina nos regala una historia cautivadora que describe el alma y la condición humana, con metáforas tan claras y realistas que deslumbran.  Espero que con los siguientes extractos, ustedes puedan disfrutar de una novela que vale la pena leerla y releerla aunque despierte discusiones éticas y morales con ustedes mismos


“Todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar.”

“¿Qué le reservaba el porvenir? No lo sabía; no pretendía adivinarlo. Sólo sentía que todas sus fuerzas, desperdigadas hasta entonces al azar de la vida corriente, convergían con terrible energía hacia un solo objetivo.”

“Al principio, Ana se creía sinceramente molesta por el acoso al que le sometía Wrosky.  Sin embargo, una noche, a poco de volver de Moscú, asistió a una velada en la que, contando encontrarle, no lo encontró, y hubo de reconocer por la tristeza que experimentaba, que se había engañado, y que las asiduidades de Wronsky no solo no la molestaban, sino que constituían todo el  interés de su vida.”

“Ana entró jugueteando con las borlas de su capucha y con la cabeza inclinada y el rostro radiante, pero no de alegría.  Era más bien, la irradiación de un incendio en una noche oscura.”

“Alejo Alejandrovitch aseguraba que nunca había tenido tantos asuntos importantes en su oficina como aquel año; pero no quería confesar que se los creaba él mismo, a fin de no encontrar ocasiones de abrir aquel secreto estuche de su corazón que contenía sus sentimientos, tanto más exacerbados cuanto más largo tiempo reprimidos.”

“Pero al quedar solo en el coche, Alejo Alejandrovitch, con gran sorpresa y alegría, se sintió libre de aquella compasión, de las dudas y de los celos que últimamente le atormentaban.  Experimentaba la misma sensación de un hombre a quien han arrancado una muela que le doliera desde mucho tiempo; tras el terrible dolor y de la sensación de haberle arrancado de la mandíbula algo más grande que su cabeza, el paciente nota de pronto, sin creer aun en su felicidad, que no existe ya lo que durante tanto tiempo le amargaba la vida y ocupaba toda su atención, impidiéndole pensar e interesarse por otras cosas,...”

“Además, sufría y empezaba a sentir temor ante aquel terrible estado de ánimo que nunca hasta entonces experimentara. Parecíale como si en su alma todo comenzara a desdoblarse, como a veces se desdoblan los objetos ante una vista cansada.  No sabía ya lo que temía ni lo que deseaba. ¿Temía al pasado o al porvenir? ¿Qué es lo que quería?”

“En realidad se le había olvidado considerar un pequeño detalle de la vida: que la muerte llegaría y terminaría todo, que no merecía la pena de emprender nada y que contra la muerte nada se podía hacer. Era terrible, pero era así.”

“Wronsky no los visitaba nunca; Ana le veía muy a menudo fuera, y el marido lo sabía.  Los tres sufrían a consecuencia de esta situación, que hubiese sido intolerable si cada uno de ellos no la creyera transitoria.”

“... toda nuestra existencia es como un moho que ha crecido sobre nuestro minúsculo planeta.”

“Se daba cuenta de que, además de la bondadosa fuerza moral que guiaba su alma, había otra, vulgar, tan fuerte o más que guiaba su vida y que no le daba tregua ni paz.”

”Karenin pronunció estas palabras con dignificad, pero comprendió que la dignidad era incompatible con la situación creada por las circunstancias.” 

“A pesar de ciertos encantos imprevistos, a un hombre que habiendo admirado la marcha tranquila y regular de una barca sobre un lago quisiera dirigirla por sí mismo, sentía la diferencia que existe entre la simple contemplación y la acción.  Se daba cuenta de que no bastaba con guardar el equilibrio, limitándose a no balancearse; era preciso no olvidar ni un solo momento el rumbo, ni que había agua debajo, que se debía remar y que dolían las manos no acostumbradas a ello.  En pocas palabras: aquello era muy fácil de contemplar, pero difícil de hacer, a pesar de ser muy agradable.”

“A pesar de su experiencia mundana, Wronsky caía en un error singular.  Él que debía comprender mejor que otro cualquiera que la sociedad le habría de cerrar puertas, figuró por un extraño efecto de imaginación que la opinión pública, libre ya de los antiguos prejuicios, habría debido sufrir la influencia del progreso general.”

“Una persona puede estar sentada con las piernas encogidas y sin cambiar de posición por espacio de varias horas si sabe que nadie le impedirá cambiar de postura; pero sabiendo que debe hacerlo por imposición tendrá calambres y le temblarán las piernas, moviéndose hacia el lugar en que le gustaría estirarlas. Lo mismo experimentaba Wronsky respecto a la sociedad; aunque en el fondo de su alma sabía que el gran mundo estaba cerrado para ellos, quería probar si con el cambio lo aceptarían.  No tardó en darse cuenta de que la sociedad estaba dispuesta a recibirlo a él, pero no a Ana.  Como en el juego del gato y del ratón, los brazos que se alzaban para acogerlo, se bajaban ante Ana.”

“Para emprender algo en la vida familiar, es preciso que exista entre los cónyuges un completo acuerdo basado en el amor, o bien una separación total.  Si las relaciones entre los cónyuges son indefinidas y no se desenvuelven en ninguna de aquellas situaciones, nada puede llevarse a cabo de un modo satisfactorio.
Se ven muchos matrimonios que pasan años enteros en situaciones desagradables e incómodas, sólo por no tomar una decisión cualquiera.
Wronsky y Ana habían llegado a ese extremo.”

“Allí – se dijo mirando la sombra proyectada por el vagón en la arena mezclada de carbón que cubría las traviesas – allí encontraré el fin de mi tormento y su castigo.”

“Y la luz que para la infortunada había iluminado el libro de la vida con sus inquietudes, sus falsedades y sus dolores, brilló por un instante con más vivo resplandor desgarrando las tinieblas. Luego chisporroteó y se apagó para siempre.”


Falmer, 25 de marzo del 2012

lunes, 19 de marzo de 2012

El patito feo que se convirtió en el cisne de las letras danesas

Hans Christian Andersen nació en ese país de Europa del Norte que suena a palabras guturales como Vänö y Glänö y que está habitado por gente alta, blanca y rubia.  Dinamarca es un país que mira de frente a ese pedazo de continente escandinavo que cuelga del mapa como una gran nariz que husmea las Historias del sol que se cocinan en los países del sur.   Dinamarca comienza Una historia hace 250.000 años cuando cazadores nómadas exploraban la península de Jutlandia.  En el siglo séptimo una tribu proveniente de Suecia cruzó como La mariposa el estrecho de Kattegat que conecta el Mar Báltico con el Mar del Norte.  Llegó y se estableció en una época en la que los vikingos y otras tribus mantenían constante batalla con los clanes de Europa del Oeste para controlar el estratégico Mar del Norte.  El triángulo llamado Skagerrak que separa a Dinamarca de Noruega fue el campo de batallas navales que curtieron el temple de esa gente resistente al frío y a la inclemencia de los inviernos.  Hoy en día Dinamarca es un Un tramo de la sarta de perlas ya que es uno de los países más desarrollados del mundo que ofrece a sus habitantes un alto nivel de vida.

 Yo conozco a dos famosos daneses; al filósofo Søren Kierkegaard que el noruego Jostein Gaardner me presentó en su libro “El mundo de Sofía”.  La piedra filosofal de Kierkegaard se basó en la idea de la importancia de lo que él llamaba la “Verdad con V mayúscula”, es decir aquella inherente a cada individuo y por lo tanto valiosa para él.  Y el segundo danés que he tenido la suerte de conocer es mi amigo de la infancia, Hans Christian Andersen, quien es probablemente el contador de cuentos más conocido en el mundo con sus historias sobre Juan el bobo u Holger el danés.

 Andersen nació en Odense el 2 de abril de 1805 y fue bautizado en su misma casa el mismo día de su nacimiento. No recibió ningún regalo de los mortales, ni siquiera El libro de estampas del padrino; sin embargo yo creo que El hada del saúco estuvo presente y tocó con su varita la frente del niño sembrando en él la semilla de la imaginación.  De niño fue casi tan pobre como La pequeña vendedora de fósforos.  Su padre fue un zapatero de mala salud que murió antes de que Hans tuviera 12 años; de su madre no hay ningún registro en ninguna de sus biografías y supongo que Andersen le regaló una propia en su cuento Historia de una madre. En esos años Hans no fue a la escuela e invertía su tiempo en jugar con un teatro en miniatura donde seguramente imaginaba ya a los personajes que más tarde poblarían sus cuentos: El elfo del rosal, El príncipe malvado, El titiritero, La Reina de las Nieves, La Sirenita, El Ave Fénix o El duende de la tienda.

Cuando tenía catorce años se mudó a Copenhagen donde pasó hambre y privaciones. Incapaz de encontrar El chelín de plata decidió probar suerte en el teatro, cuyo director se convirtió en su tutor y en El ángel que lo envió a estudiar El abecedario.  En la escuela no fue muy bueno, no por ser El niño travieso, sino porque necesitaba más tiempo para aprender en comparación a sus compañeros.

Desde pequeño escribió poesía y yo pienso que desde esa época se fueron acumulando en su pecho, como en El nido de cisnes, las historias que publicaría al cumplir 30 años.  Sus cuentos tan simples y profundos empezaron a cautivar a sus compatriotas, a quienes no les tomó mucho tiempo aceptar lo bueno que era aquel Hans, tan pobre e infeliz en su infancia.  Siguió con voluntad y tenacidad La espinosa senda del honor y poco a poco fue ganando la fama que le dio reconocimiento y la posibilidad de viajar sin necesitar de El cofre volador.  Conoció así a gente famosa de su tiempo como Dickens y se dejó influenciar por Pluma y tintero de Göthe y de Shakespeare.

Hace menos de un año tuve la suerte de que mi peregrinación literaria me llevara a Copenhagen, ciudad pequeña y compacta en la que encontré justo en su centro, en la Rådhuspladsen (plaza de la alcaldía), al ‘Mundo Maravilloso de Hans-Christian Andersen’.  Se trata de una exhibición de figuras de cera que recrea los ambientes de trabajo de Andersen, mostrando los objetos que utilizaba y dando vida a sus cuentos con escenarios, música y narraciones.  Ese día lluvioso está Guardado en el corazón, y no olvidado.

Revivieron entonces mis recuerdos sobre el peso de su pluma en mi infancia y me di cuenta de que hace años no pensaba en ellos a pesar de que fueron mis compañeros de aventuras.  Vinieron a mi mente El soldadito de plomo, que se enamoró sin esperanza de la bailarina y La princesa del guisante, tan fina que, a pesar de los veinte colchones, no pudo conciliar el sueño.  Recordé como me divertía imaginar a aquel orgulloso monarca andando en la calle en paños menores en El traje nuevo del Emperador y al gigante que caía a tierra cuando fue cortado aquel gran árbol que llegó a las nubes gracias a Las habichuelas mágicas.

Andersen escribió tantos cuentos y de títulos tan diversos que he jugado con ellos, insertándolos en el texto.  Lo he hecho para recordarlos y para animarles a ustedes a que desempolven los libros de su infancia o corran a una librería o hagan clic en el link
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/hca.htm. Dependerá de ustedes ir comiéndolos de a poquito o devorarlos en una sola sentada; estoy segura de que los disfrutarán ahora y hasta Dentro de mil años.


Para conjurar la culpa que siento por haber abandonado a Andersen por tantos años, decido transcribir ciertos extractos de mis cuentos favoritos y así crear La gota de agua que desborde el vaso de sus ganas de volver a leer cuentos para niños.


Del cuento ‘La sirenita’:

“-Las hijas del aire tampoco tenemos un alma inmortal, pero con nuestros buenos acto podemos
crearnos una por nosotros mismas.  Nosotras volamos a los trópicos donde la gente es víctima
de los vientos calientes y pestilentes y llevamos brisas frescas. Nosotros propagamos el aroma de
las flores y traemos frescura y alivio con nuestra lluvia. Cuando hemos trabajado por trescientos
años haciendo todo el bien que hemos podido con nuestras fuerzas, nos ganamos un alma eterna
y disfrutamos de la felicidad eterna que goza el género humano.  Tú, pobre sirenita, has luchado
con todo tu corazón por nuestro mismo objetivo.  Has sufrido y soportado penas, elevando tu
espíritu al aire; y ahora, por tus buenas obras te has ganado un alma eterna.- La sirenita levantó
sus brazos transparentes hacia el dios sol y por primera vez de sus ojos brotaron lágrimas
humanas.”


Del cuento ‘El Ángel’:

“Cada vez que un niño bueno muere, un Ángel de Dios baja a la tierra, toma en sus brazos al niño muerto, despliega sus esplendorosas y blancas alas y vuela con él a todos los lugares que el niño amó cuando estaba vivo.”


Del cuento ‘La pequeña vendedora de fósforos’:

“ - ¡Abuela! - gimió la pequeña criatura. - ¡Oh, llévame contigo! ¡Yo sé que te desvanecerás cuando el fósforo se apague; te desvanecerás igual que la estufa caliente, el ganso delicioso y el hermoso árbol de Navidad! -  Apresuradamente prendió a la vez varias cerillas, porque quería conservar a su abuela a su lado.  La luz de los fósforos era más clara que el día. La abuela nunca se había visto tan grande y bella. Tomó a la pequeña niña en sus brazos y se elevaron en un halo de luz y alegría lejos, lejos de la tierra, donde no había más frio, ni hambre, ni dolor, a aquel sitio en donde estarían con Dios.”


Del cuento ‘Historia de una madre’:

“Entraron entonces en el gran invernadero de la Muerte, donde crecían árboles y flores mezclados en forma maravillosa. Habían preciosos jacintos bajo campanas de cristal y grandes peonías fuertes como árboles; y habían también plantas acuáticas, algunas lozanas, otras enfermizas. Serpientes de agua las rodeaban y cangrejos negros se agarraban a sus tallos. Crecían soberbias palmeras, robles y plátanos, y no faltaba el perejil ni tampoco el dulce tomillo; cada árbol y cada flor tenía su nombre, cada uno era una vida humana; la persona vivía aún: éste en la China, éste en Groenlandia o en cualquier otra parte del mundo. Habían grandes árboles plantados en macetas tan pequeñas y angostas, que parecían a punto de estallar; en cambio, se veían míseras florecillas emergiendo de una tierra grasa, cubierta de musgo todo alrededor.”

“Esta noche se han marchitado muchos árboles y flores; no tardará en venir la Muerte a trasplantarlos. Ya sabrás que cada persona tiene su propio árbol de la vida o su flor, según su naturaleza. Parecen plantas corrientes, pero en ellas palpita un corazón.”


Del cuento ‘El patito feo’:

“Se sentía muy tímido y escondió la cabeza bajo el ala; no sabía que pensar; era tan feliz y en él no había ni una pizca de orgullo.  Un corazón bondadoso nunca es orgulloso. Recordó los desprecios y humillaciones del pasado, mientras oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes.’


Del cuento ‘El nido de cisnes’:

“Entre los mares Báltico y del Norte hay un antiguo nido de cisnes: se llama Dinamarca. En él nacieron y siguen naciendo cisnes que jamás morirán.”


Falmer Village, 18 de marzo del 2012

lunes, 12 de marzo de 2012

“El cofre volador” de Hans Christian Andersen


Anoche se me ocurrió la buena idea de leer cada semana por lo menos un par de cuentos infantiles. Elegí empezar con “El cofre volador” de Hans Christian Andersen que tiene un argumento sencillo:  El hijo de un mercader rico recibe como herencia la fortuna de su padre y la malgasta en muy poco tiempo.  Le queda solamente un cofre volador que lo lleva a Turquía en donde encuentra a una princesa encerrada en un palacio.  Sus padres la han aislado del mundo para evitar que la profecía se cumpla, aquella que decía que ella será muy infeliz al enamorarse.  El hijo del mercader usando su cofre volador llega a la torre y la visita.  La conquista contándole historias.  Le dice que sus ojos, “son los lagos más bellos, profundos y obscuros en los que sus pensamientos flotan como sirenas.”   Para conseguir su mano, le cuenta a la reina y al rey una historia sobre unos fósforos habitantes de una cocina que conversan arrogantes con ollas, escobas y demás objetos defendiendo su buena cuna:

“-¡Sí, cuando nos hallábamos en la rama verde -decían- estábamos realmente en una rama verde! Cada amanecer y cada atardecer teníamos té diamantino: era el rocío; durante todo el día nos daba el sol, cuando no estaba nublado, y los pajarillos nos contaban historias. Nos dábamos cuenta de que éramos ricos, pues los árboles de fronda sólo van vestidos en verano; en cambio, nuestra familia lucía su verde ropaje, lo mismo en verano que en invierno. Mas he aquí que se presentó el leñador, la gran revolución, y nuestra familia se dispersó. El tronco fue destinado a palo mayor de un barco de alto bordo, capaz de circunnavegar el mundo si se le antojaba; las demás ramas pasaron a otros lugares, y a nosotros nos ha sido asignada la misión de suministrar luz a la baja plebe; por eso, a pesar de ser gente distinguida, hemos venido a parar a la cocina.”

Los reyes, fascinados con el cuento, aceptaron conceder la mano de la princesa al hijo del mercader.  Antes de la boda, éste decide usar su baúl para pintar el cielo con juegos pirotécnicos y termina quemándolo.  Sin poder regresar a la alta torre, el matrimonio no puede celebrarse quedando la princesa sola y triste esperando a su trovador, quien no se dedica a vagar por el mundo contando historias.

Lindo cuento que yo decido desafiar. Quiero creer que los hijos no malgastan la fortuna de sus padres sino que la honran cuidándola.  Quiero convencerme de que las profecías tristes de las hadas madrinas no se cumplen.  Quiero que todos los cuentos de la vida real tengan un final feliz y saber que las princesas no se quedan solas en una torre esperando y obedeciendo las órdenes impuestas por sus padres.  Quiero saber que las princesas construyen su propio camino y que no hay torre alta ni puerta tan segura que impida que salgan a recorrer el mundo para cumplir sus sueños.   Quiero soñar con que las historias felices de amores son más comunes y las excepciones son las que producen amarguras.

Me doy cuenta de que con estas reflexiones solamente consigo matar la magia de Andersen y convierto su mágico cuento de hadas en uno de autoayuda. Mejor olviden mis palabras y leanel cuento en  http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/cofre.htm

viernes, 9 de marzo de 2012

ENCUENTRO CON DICKENS EN LONDRES


Abrazada por un abrigo y afianzada en mis zapatos cómplices, salí temprano de mi casa para tomar un tren que me llevaría a Londres a encontrarme con Dickens. Quería acercarme al autor de novelas, cuentos, poesía y teatro, conocido como un hombre que se construyó a sí mismo, poseedor de un humor excepcional y de una memoria visual; ese ser humano insomne que combatía la falta de sueño caminando las calles londinenses, ese observador de caras y corazones, el reportero político y social, el  retratista de la época victoriana y el delator de la injusticia de su tiempo.

Durante la hora que duró mi viaje hasta la estación de Victoria me dediqué a leer un libro que contiene extractos de los libros de Dickens que demuestran su ingenio travieso.  En Victoria tomé el metro que me llevó al Museo de Londres situado muy cerca de la catedral de San Pablo en el corazón mismo de esta ciudad que huele a pergamino.  Este museo ofrece en sus galerías la historia de la ciudad desde su prehistoria y, por la conmemoración de los 200 años del nacimiento de Dickens, presenta hasta junio la exhibición temporal llamada “Dickens y Londres”, mi primer destino.  Esta exposición recrea los escenarios del Londres victoriano bañados por una lluvia de letras que cae de un firmamento imaginario y que me fueron enseñando los detalles de lo que, para los londinenses de esa época, significaban las diversiones, la vida, la muerte, la casa, la ciudad y la tecnología.  Miré fotos, objetos y recuerdos de Dickens y en vitrinas pude observar de cerca los manuscritos originales de sus novelas escritas con esa letra imposible de entender.  Gordas pruebas de imprenta demostraban el deseo del autor de conseguir la perfección de sus novelas, que eran publicadas en libros de lujosa edición para la élite que podía pagarlos.  Para el gran público, las novelas aparecían por partes en fascículos mensuales impresos como folletines cuyas primeras páginas estaban repletas de anuncios clasificados y propagandas sobre cursos, vajilla, ropa o cualquier servicio y producto que trataban de venderse aprovechando en la popularidad de Dickens.

Luego de Shakespeare, Dickens fue el escritor más popular de su época y pronto se convirtió en una celebridad; sus obras eran tan famosas y producían tanto revuelo que los teatros pequeños se aprovechaban y las llevaban al escenario antes de que el autor las terminara atreviéndose a imaginar un final temerario. 

Dickens denunció los problemas sociales de una sociedad sacudida por los cambios provocados por la galopante revolución industrial. Sus lectores encontraban en Dickens a un novelista que demostraba en cada línea su genio cómico y un humor que endulzaba las lágrimas causadas por sus historias.  Su obra tuvo un objetivo claro: señalar los opuestos que observaba en la gente ordinaria:  riqueza-pobreza, hambre-opulencia, inocencia-picardía, bondad-maldad. Capturó con fuerza el romance de la desolación y el éxtasis de la locura provocada por el sufrimiento de una sociedad injusta.

La literatura de Dickens tuvo como musa principal a Londres, ciudad que alimentó su creatividad y a la que llamó su “farol mágico”; el autor la retrató para la posteridad.  Londres fue la primera ciudad moderna y compleja desbordada de contrastes, sostenida por calles pululantes de mendigos, vendedores ambulantes, limpia botas, finos caballeros y damas, coches de caballos, rudos trabajadores, ruidosos propagandistas andantes que explotaban piernas, torsos y espaldas para llamar la atención de potenciales compradores, cazadores de ratas ofreciendo sus servicios de exterminación, personajes todos de una historia y de un tiempo irrecuperable.  Londres,  la sobrepoblada y demente ciudad que en 1861 llegó a contar con tres millones de habitantes, estirándose como un ser vivo hacia los suburbios de crecimiento imparable, dividida en dos por el Támesis, río turbio y polucionado cargado de las culpas de su gente. Londres, pintada de verde y aliviada por sus parques cuyos arquitectos desafiaron el desorden de la naturaleza.  Londres con sus edificios que en aquella época ya empezaban a apuntar al firmamento y con sus casas de fachadas de cuento que no se atrevían a opacar a la cúpula de la catedral de San Pablo.

En Londres de 1839, cerca de la mitad de las muertes ocurrían en niños menores a diez años, la mayoría criaturas ilegítimas abandonadas en instituciones, como las “workhouses” que eran lugares que ofrecían hospedaje y trabajo a aquellos que no podían conseguir su propio sustento.  La mitad de la población de estas casas de trabajo la conformaban niños (42.767 de 97.510 habitantes) que vivían separados de sus padres, como el desamparado Oliver Twist. Las funerarias eran negocios prósperos en una época en la que la muerte era un tema diario en todas las familias victorianas.

El tiempo de Dickens fue aquel en el que las mujeres eran propiedad del marido cuando tenían la suerte de casarse, porque el destino de las que se quedaban solteras era uno que sólo ofrecía hambre.  Aquellas que por arrebatos del amor se convertían en madres solteras eran desterradas de sus familias y no tenían otra opción que buscar refugio en las “workhouses”; al dar a luz muchas regalaban a sus hijos abandonándolos en el asilo para huérfanos (“Foundling hospital”) que hoy en día es un museo en donde se exhiben pequeños objetos que eran dejados junto con los bebés al ser entregados; esos objetos transmiten al mirarlos un dolor con sabor a abandono y a amor desesperado.  Las leyes castigaban con prisión a la bancarrota y a las deudas no pagadas; en 1837 más de 30.000 personas fueron a la cárcel junto con sus familias, tal como Dickens nos lo cuenta a través de los personajes de la familia Micawber en “David Copperfield”  o como “El pequeño Dorrit”.  Los hijos de familias ricas no escapaban del dolor y de la dureza, ya que eran enviados a internados cuyo método de enseñanza fue la disciplina férrea y el castigo físico.

Dickens miró con sus ojos atentos los cambios que sacudieron y transformaron a un imperio que se desbordaba hacia otros continentes.  Dickens fue el primero en escribir sobre los impactos del ferrocarril que, con sus rieles, trazó cicatrices de progreso en la geografía de la isla, cambiando al campo, a las ciudades y a la sociedad.  Usó el estereoscopio que fue inventado en 1838 y que regalaba la ilusión de profundidad a las imágenes planas. Dickens se comunicó a través del telégrafo eléctrico que unía a Europa con su enmarañada red de líneas tejiendo el continente.  Fue un prolífico escritor de cartas que volaban con las alas de un correo ágil y eficiente,  que ofrecía diferentes opciones de franqueo como el “correo de un penique”, introducido en 1840.  Dickens fue testigo del comercio global explotado por el Imperio Británico que provocó en la isla una invasión de tendencias y de ideas que venían desde afuera y una migración que regalaba sueños y creaba despedidas.  Dickens cruzó en 1842 el Atlántico usando un buque de vapor para llegar a los Estados Unidos, en donde ofreció concurridas lecturas públicas.  Él mismo diseñó un atril  que acompañó su espíritu de trovador en sus 472 presentaciones tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos que lo dejaban exhausto y satisfecho.

Las debilidades y características peculiares de las personas que se cruzaban en el camino de Dickens eran pescadas por su genialidad y guardadas en su cuaderno de notas; el escritor confesó que, hasta el momento en el que les dio un nombre, ninguno de sus personajes cobró vida en su imaginación.  Encontraba los nombres en los registros de la época, en una tumba, en un periódico o en una reunión.  Dickens describía este proceso como el ‘incomprensible misterio’:  “Supongamos que yo elijo crear un personaje, lo imagino como un hombre, lo proveo de ciertas cualidades; enseguida las finos y vaporosos hilos de mi pensamiento, casi imperceptibles y provenientes de todas las direcciones, sin que sepa de dónde, los tejen y los retuercen hasta alcanzar forma y belleza dándole vida.”    Muchos de los personajes de sus novelas representaron a personas significantes en la vida del autor, como Dora, reflejo de su primer amor, como la señora Nickleby imagen de su madre y como el Sr. Micwaber, retrato de su padre.



La tarde estaba ya avanzada cuando dejé el Museo de Londres para dirigirme al Museo de Charles Dickens ubicado en la casa en donde vivió con su esposa y sus hijos.  En 1809 en el número 48 de la calle Doughty fueron construidas las paredes que albergarían a una familia.  La casa sinónimo físico del hogar, era considerado por los victorianos como el espacio sagrado en el que la esposa tenía que encarnar al ángel guardián para fomentar la dicha, armonía y seguridad de sus miembros.  El hogar la mayoría de las veces era el nido de la infelicidad, la muerte y la tragedia.  Este museo-casa ha exhibido en los últimos 80 años los objetos domésticos y posesiones del autor sobre un piso gastado por el peso de los más de dos millones de peregrinos literarios que han buscado, como yo, tener el privilegio de sentir la atmósfera que cobijó al autor.  Es una casa de 4 plantas: en el subsuelo está una biblioteca con todas las ediciones de los libros de Dickens, la cocina, el cuarto de lavado, una despensa de vinos y un comedor de diario.  En la planta baja visité dos salas y el comedor. En las plantas superiores están los dormitorios y el estudio de Dickens con el escritorio cuya madera sintió el peso del papel y de su pluma.  Todas las habitaciones están amuebladas y decoradas con los objetos originales y me sorprendo por el privilegio que tengo al poder saltar hacia el pasado y mirar con mis propios ojos lo que antes solo había imaginado mientras leía.

Al terminar mi visita comí algo ligero.  No tenía hambre; estaba empachada de sensaciones y de información.  Exhausta me senté en un vagón del tren y luché contra el sueño.  Repasé mis notas y leí que, luego de haber transcurrido 200 años desde su nacimiento, Dickens es reconocido como el primero y gran novelista urbano moderno. Toda Inglaterra lloró su muerte con lágrimas que no entendían todavía que Dickens había alcanzado la eternidad a través de sus textos, esos que fueron parte de mi infancia y que me han acompañado en los 29 días de este febrero inolvidable.

Dickens me seguirá esperando en mi biblioteca para volver a ser una presencia real en mi vida cuando elija de nuevo leer una de sus novelas.

Falmer, 29 de febrero del 2012

domingo, 4 de marzo de 2012

Del ensayo "Caminatas Nocturnas" de Dickens

"Are not the sane and the insane equal at night as the sane lie a dreaming? Are not all of us outside this hospital, who dream, more or less in the condition of those inside it, every night of our lives? Are we not nightly persuaded, as they daily are, that we associate preposterously with kings and queens, emperors and empresses, and notabilities of all sorts? Do we not nightly jumble events and personages and times and places, as these do daily? Are we not sometimes troubled by our own sleeping inconsistencies, and do we not vexedly try to account for them or excuse them, just as these do sometimes in respect of their waking delusions? Said an afflicted man to me, when I was last in a hospital like this, "Sir, I can frequently fly." I was half ashamed to reflect that so could I by night. Said a woman to me on the same occasion, "Queen Victoria frequently comes to dine with me, and her Majesty and I dine off peaches and maccaroni in our night-gowns, and his Royal Highness the Prince Consort does us the honour to make a third on horseback in a Field-Marshal`s uniform." Could I refrain from reddening with consciousness when I remembered the amazing royal parties I myself had given (at night), the unaccountable viands I had put on table, and my extraordinary manner of conducting myself on those distinguished occasions? I wonder that the great master who knew everything, when he called Sleep the death of each day's life, did not call Dreams the insanity of each day`s sanity."


"¿No es igual la condición de los cuerdos y de los dementes cuando los cuerdos en la noche se mienten en un sueño?   ¿No tenemos todos los que estamos fuera de este hospital, todos los que soñamos, más o menos la misma condición de los de adentro, cada noche de nuestras vidas?  ¿No somos nosotros ligeramente persuadidos en la noche, como ellos lo son en el día, de que estamos vinculados absurdamente con reyes y reinas, emperadores y emperatrices, y seres notables de todas las clases? ¿No nos conflictuamos a veces por nuestras propias incosistencias sufridas en el sueño y no tratamos desconcertados de explicarnos o justificarlos, de la misma manera como ellos lo son de sus delirios al estar despiertos?   Cuando estuve en un hospital así, un hombre internado me dijo, 'Caballero, frecuentemente yo soy capaz volar.'  Yo me avergoncé al pensar que yo también puedo volar en la noche. En la misma ocasión una mujer me dijo, 'La Reina Victoria viene frecuentemente a cenar conmigo, y su Majestad y yo cenamos duraznos y macarrones en nuestros vestidos de noche, y su Real Alteza el Príncipe Consorte nos hace el honor de acompañarnos a caballo en su uniforme.' Como puedo no enrojecer al recordar las increibles fiestas reales que yo mismo he ofrecido (en la noche), las incontables viandas que he puesto en la mesa, y mis maneras extraordinarias de comportarme en estas distinguidas ocasiones? Yo me pregunto la razón por la que el gran maestro que conocía todo y que llamó al sueño la muerte de cada día, no bautizó a los sueños como la demencia de la cordura diaria."